EVANGELIO DEL DÍA: 12/05/2010
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Miércoles de la VI Semana de Pascua
Libro de los Hechos de los Apóstoles 17,15.22-34.18,1.
Los que acompañaban a Pablo lo condujeron hasta Atenas, y luego volvieron con la orden de que Silas y Timoteo se reunieran con él lo más pronto posible.
Pablo, de pie, en medio del Aréopago, dijo: Atenienses, veo que ustedes son, desde todo punto de vista, los más religiosos de todos los hombres.
En efecto, mientras me paseaba mirando los monumentos sagrados que ustedes tienen, encontré entre otras cosas un altar con esta inscripción: 'Al dios desconocido'. Ahora, yo vengo a anunciarles eso que ustedes adoran sin conocer.
El Dios que ha hecho el mundo y todo lo que hay en él no habita en templos hechos por manos de hombre, porque es el Señor del cielo y de la tierra.
Tampoco puede ser servido por manos humanas como si tuviera necesidad de algo, ya que él da a todos la vida, el aliento y todas las cosas.
El hizo salir de un solo principio a todo el género humano para que habite sobre toda la tierra, y señaló de antemano a cada pueblo sus épocas y sus fronteras,
para que ellos busquen a Dios, aunque sea a tientas, y puedan encontrarlo. Porque en realidad, él no está lejos de cada uno de nosotros.
En efecto, en él vivimos, nos movemos y existimos, como muy bien lo dijeron algunos poetas de ustedes: 'Nosotros somos también de su raza'.
Y si nosotros somos de la raza de Dios, no debemos creer que la divinidad es semejante al oro, la plata o la piedra, trabajados por el arte y el genio del hombre.
Pero ha llegado el momento en que Dios, pasando por alto el tiempo de la ignorancia, manda a todos los hombres, en todas partes, que se arrepientan.
Porque él ha establecido un día para juzgar al universo con justicia, por medio de un Hombre que él ha destinado y acreditado delante de todos, haciéndolo resucitar de entre los muertos".
Al oír las palabras "resurrección de los muertos", unos se burlaban y otros decían: "Otro día te oiremos hablar sobre esto".
Así fue cómo Pablo se alejó de ellos.
Sin embargo, algunos lo siguieron y abrazaron la fe. Entre ellos, estaban Dionisio el Areopagita, una mujer llamada Dámaris y algunos otros.
Después de esto, Pablo dejó Atenas y fue a Corinto.
Salmo 148(147),1-2.11-12.13.14.
¡Aleluya! Alaben al Señor desde el cielo, alábenlo en las alturas;
alábenlo, todos sus ángeles, alábenlo, todos sus ejércitos.
Los reyes de la tierra y todas las naciones, los príncipes y los gobernantes de la tierra;
los ancianos, los jóvenes y los niños,
alaben el nombre del Señor. Porque sólo su Nombre es sublime; su majestad está sobre el cielo y la tierra,
y él exalta la fuerza de su pueblo. ¡A él, la alabanza de todos sus fieles, y de Israel, el pueblo de sus amigos! ¡Aleluya!
Evangelio según San Juan 16,12-15.
Todavía tengo muchas cosas que decirles, pero ustedes no las pueden comprender ahora.
Cuando venga el Espíritu de la Verdad, él los introducirá en toda la verdad, porque no hablará por sí mismo, sino que dirá lo que ha oído y les anunciará lo que irá sucediendo.
El me glorificará, porque recibirá de lo mío y se lo anunciará a ustedes.
Todo lo que es del Padre es mío. Por eso les digo: 'Recibirá de lo mío y se lo anunciará a ustedes'.
Jn 16,12-15
Leer el comentario del Evangelio por
Catecismo de la Iglesia Católica
§ 687-688
«Él, el Espíritu de la Verdad, os guiará hasta la verdad plena»
«Nadie conoce lo íntimo de Dios, sino el Espíritu de Dios» (1C 2,11). Pues bien, su Espíritu que lo revela nos hace conocer a Cristo, su Verbo, su Palabra viva, pero no se revela a sí mismo. El que «habló por los profetas» (Credo) nos hace oír la Palabra del Padre. Pero a Él no le oímos. No le conocemos sino en la obra mediante la cual nos revela al Verbo, y nos dispone a recibir al Verbo en la fe. El Espíritu de verdad que nos «desvela» a Cristo «no habla de sí mismo» (Jn 16,13). Un ocultamiento tan discreto, propiamente divino, explica por qué «el mundo no puede recibirle, porque no le ve ni le conoce», mientras que los que creen en Cristo le conocen porque él mora en ellos (Jn 14,17).
La Iglesia, comunión viviente en la fe de los apóstoles que ella transmite, es el lugar de nuestro conocimiento del Espíritu Santo:
en las Escrituras que Él ha inspirado;
en la Tradición, de la cual los Padres de la Iglesia son testigos siempre actuales
en el Magisterio de la Iglesia, al que Él asiste;
en la liturgia sacramental, a través de sus palabras y sus símbolos, en donde el Espíritu Santo nos pone en comunión con Cristo;
en la oración en la cual Él intercede por nosotros;
en los carismas y ministerios mediante los que se edifica la Iglesia;
en los signos de vida apostólica y misionera;
en el testimonio de los santos, donde Él manifiesta su santidad y continúa la obra de la salvación.
San Pancracio
Huérfano de 14 años traído a Roma por su tío. Se convirtió a la fe y fue martirizado al día siguiente de su bautismo, rechazando premios y ayudas para el futuro si renegaba de su fe. Luego de dar las gracias a sus verdugos, no dudó en sacrificar su juventud para mantenerse fiel a Cristo. El mismo día fueron martirizados S. Nereus, S. Aquileo.
Murió mártir, decapitado c. 304 en Roma a los quince años.
Nacido en Frigia, provincia romana del Asia Menor. Su padre era un noble pagano llamado Cleonio que falleció cuando el niño tenía siete años. Pancracio fue a vivir con su tío paterno, Dionisio, quien fue un excelente modelo. Se trasladaron a Roma cuando el niño tenía diez años.
Dionisio y Pancracio tienen un criado cristiano que los evangeliza y los pone en contacto con el Papa. Así conocen a fondo el cristianismo y se convierten. Fueron bautizados y recibieron la comunión. Enseguida se despojaron de muchas posesiones en favor de los pobres.
Dionisio y Pancracio tienen un criado cristiano que los evangeliza y los pone en contacto con el Papa. Así conocen a fondo el cristianismo y se convierten. Fueron bautizados y recibieron la comunión. Enseguida se despojaron de muchas posesiones en favor de los pobres.
El emperador Diocleciano, decretó una persecución (la última del imperio romano) contra el Cristianismo. Al poco tiempo Pancracio fue denunciado al emperador, quien conocía a su difunto padre. Le dijeron "El hijo de Cleonio de Frigia se ha hecho cristiano y está distribuyendo sus haciendas entre viles personas; además, blasfema horriblemente contra nuestros dioses".
Diocleciano mando llamar a Pancracio y conversó largo tiempo con el, tratando de persuadirlo a que renunciase a Jesucristo. Al no lograrlo le condenó a muerte. En el lugar del martirio Pancracio se arrodilló, levantó los ojos y las manos al cielo, dando gracias al Señor porque había llegado a ese momento. Le cortaron la cabeza. Por la noche una noble señora, llamada Octavila, hizo recoger su cuerpo, lo embalsamó, lo amortajó con un lienzo precioso e hizo que lo entierren en un sepulcro nuevo, cerca del lugar del martirio.
El Papa Vitaliano envió sus reliquias desde el cementerio de Calepodius en Roma a Inglaterra para evangelizar y para instalar en los altares. San Agustín de Canterbury dedicó la primera Iglesia de Inglaterra a San Pancracio.
Es titular de una Basílica romana. Aquí los que habían sido bautizados el Sábado de Gloria dejaban sus vestidos blancos en el domingo octava de la Resurrección (llamado Dominica in Albis). Era un acto conclusivo de la Pascua. Sobre la tumba de San Pancrasio renovaban el juramento de fidelidad a Jesucristo. Desde entonces ha sido un santo muy amado, protector de inocentes y de las víctimas de la perjurio.
Patrón contra falsos testimonios, contra perjurio, juramentos, tratados, dolores de cabeza y calambres.
Que tu Iglesia, Señor, se alegre al recordar hoy al mártir San Pancracio y que, por su intercesión, vea alejado todo peligro y pueda consagrarse a tu servicio con la verdadera paz del espíritu. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
Señor Dios misericordioso, con vuestra gracia y para vuestra mayor gloria, y bien de mi alma, acudo a la intercesión de vuestro glorioso mártir, el niño San Pancracio, para alcanzar de vuestra bondad la gracia que especialmente le pido, y con ella y todos los bienes que me convienen para vivir y morir santamente.
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