EVANGELIO DEL DÍA: 28/04/2010
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Miércoles de la IV Semana de Pascua
Libro de los Hechos de los Apóstoles 12,24-25.13,1-5.
Mientras tanto, la Palabra de Dios se difundía incesantemente.
Bernabé y Saulo, una vez cumplida su misión, volvieron de Jerusalén a Antioquía, llevando consigo a Juan, llamado Marcos.
En la Iglesia de Antioquía había profetas y doctores, entre los cuales estaban Bernabé y Simeón, llamado el Negro, Lucio de Cirene, Manahén, amigo de infancia del tetrarca Herodes, y Saulo.
Un día, mientras celebraban el culto del Señor y ayunaban, el Espíritu Santo les dijo: "Resérvenme a Saulo y a Bernabé para la obra a la cual los he llamado".
Ellos, después de haber ayunado y orado, les impusieron las manos y los despidieron.
Saulo y Bernabé, enviados por el Espíritu Santo, fueron a Seleucia y de allí se embarcaron para Chipre.
Al llegar a Salamina anunciaron la Palabra de Dios en las sinagogas de los judíos, y Juan colaboraba con ellos.
Salmo 67(66),2-3.5.6.8.
El Señor tenga piedad y nos bendiga, haga brillar su rostro sobre nosotros,
para que en la tierra se reconozca su dominio, y su victoria entre las naciones.
Que canten de alegría las naciones, porque gobiernas a los pueblos con justicia y guías a las naciones de la tierra.
¡Que los pueblos te den gracias, Señor, que todos los pueblos te den gracias!
Que Dios nos bendiga, y lo teman todos los confines de la tierra.
Evangelio según San Juan 12,44-50.
Jesús exclamó: "El que cree en mí, en realidad no cree en mí, sino en aquel que me envió.
Y el que me ve, ve al que me envió.
Yo soy la luz, y he venido al mundo para que todo el que crea en mí no permanezca en las tinieblas.
Al que escucha mis palabras y no las cumple, yo no lo juzgo, porque no vine a juzgar al mundo, sino a salvarlo.
El que me rechaza y no recibe mis palabras, ya tiene quien lo juzgue: la palabra que yo he anunciado es la que lo juzgará en el último día.
Porque yo no hablé por mí mismo: el Padre que me ha enviado me ordenó lo que debía decir y anunciar;
y yo sé que su mandato es Vida eterna. Las palabras que digo, las digo como el Padre me lo ordenó".
Mientras tanto, la Palabra de Dios se difundía incesantemente.
Bernabé y Saulo, una vez cumplida su misión, volvieron de Jerusalén a Antioquía, llevando consigo a Juan, llamado Marcos.
En la Iglesia de Antioquía había profetas y doctores, entre los cuales estaban Bernabé y Simeón, llamado el Negro, Lucio de Cirene, Manahén, amigo de infancia del tetrarca Herodes, y Saulo.
Un día, mientras celebraban el culto del Señor y ayunaban, el Espíritu Santo les dijo: "Resérvenme a Saulo y a Bernabé para la obra a la cual los he llamado".
Ellos, después de haber ayunado y orado, les impusieron las manos y los despidieron.
Saulo y Bernabé, enviados por el Espíritu Santo, fueron a Seleucia y de allí se embarcaron para Chipre.
Al llegar a Salamina anunciaron la Palabra de Dios en las sinagogas de los judíos, y Juan colaboraba con ellos.
Salmo 67(66),2-3.5.6.8.
El Señor tenga piedad y nos bendiga, haga brillar su rostro sobre nosotros,
para que en la tierra se reconozca su dominio, y su victoria entre las naciones.
Que canten de alegría las naciones, porque gobiernas a los pueblos con justicia y guías a las naciones de la tierra.
¡Que los pueblos te den gracias, Señor, que todos los pueblos te den gracias!
Que Dios nos bendiga, y lo teman todos los confines de la tierra.
Evangelio según San Juan 12,44-50.
Jesús exclamó: "El que cree en mí, en realidad no cree en mí, sino en aquel que me envió.
Y el que me ve, ve al que me envió.
Yo soy la luz, y he venido al mundo para que todo el que crea en mí no permanezca en las tinieblas.
Al que escucha mis palabras y no las cumple, yo no lo juzgo, porque no vine a juzgar al mundo, sino a salvarlo.
El que me rechaza y no recibe mis palabras, ya tiene quien lo juzgue: la palabra que yo he anunciado es la que lo juzgará en el último día.
Porque yo no hablé por mí mismo: el Padre que me ha enviado me ordenó lo que debía decir y anunciar;
y yo sé que su mandato es Vida eterna. Las palabras que digo, las digo como el Padre me lo ordenó".
Jn 12,44-50
San Anselmo (1033-1109), monje, obispo, doctor de la Iglesia
Meditaciones
«Yo he venido al mundo como luz, y así el que cree en mí no quedará en tinieblas»
Oh mi buen Maestro, Jesucristo, estaba yo sin ningún auxilio, no pedía nada, y ni tan sólo pensaba en ello, y tu luz me ha iluminado durante la noche... Tú has alejado de mí el peso que me hundía, tú has repelido a los que me asaltaban, tú me has llamado con un nombre nuevo (Ap 2,17), tomado del tuyo, el nombre de cristiano. Yo estaba ya sin fuerzas, tú me has levantado. Me has dicho: «Confianza, Yo te he rescatado, Yo que he dado mi vida por ti. Si quieres unirte a mi, te liberarás del mal y del abismo en el que estás metido, y te conduciré a mi Reino...»
Si, Señor, ¡tú lo has hecho todo por mí! Yo estaba en las tinieblas y no sabía nada..., yo bajaba al abismo de la injusticia, estaba caído en la miseria del tiempo para caer más bajo todavía. Y en la hora en que me encontraba sin ayuda ninguna, tú me has iluminado. Sin que ni siquiera te lo pidiera, me has iluminado. En tu luz he visto lo que eran los otros y lo que yo mismo soy...; tú me has dado la confianza en mi salvación, tú, que has dado tu vida por mí... Lo reconozco, oh Cristo, me debo del todo a tu amor.
Si, Señor, ¡tú lo has hecho todo por mí! Yo estaba en las tinieblas y no sabía nada..., yo bajaba al abismo de la injusticia, estaba caído en la miseria del tiempo para caer más bajo todavía. Y en la hora en que me encontraba sin ayuda ninguna, tú me has iluminado. Sin que ni siquiera te lo pidiera, me has iluminado. En tu luz he visto lo que eran los otros y lo que yo mismo soy...; tú me has dado la confianza en mi salvación, tú, que has dado tu vida por mí... Lo reconozco, oh Cristo, me debo del todo a tu amor.
San Luis María Grignion de Montfort
Presbítero (1673-1716) Es el famoso autor de uno de los libros más preciosos y más divulgados sobre la Virgen María: La verdadera devoción a la Virgen María y también el celoso apóstol de la Consagración filial o Santa Esclavitud en honor de esta misma Señora. Nació de padres cristianos en Montfort (Bretaña francesa) el año 1673. Fue el segundo de dieciocho hermanos. Su padre era muy autoritario y de un temperamento un tanto brusco.
Quizá de él heredó nuestro Santo este mismo temperamento contra el que luchó durante toda su vida. Pasó su infancia con una señora muy buena cristiana que, al no poderle educar su madre, le confió para que lo alimentara y formara en los principios de la fe. Esta buena mujer dejó huellas también muy hondas en su espíritu que nunca olvidará. Muchas noches las pasaba entre los libros, pues su padre disponía de una bien nutrida biblioteca sobre muchas materias que le interesaban al pequeño. Fue enviado al colegio de los padres jesuitas de Rennes donde pasó ocho años entregado a los estudios de humanidades. Aquí trabó gran amistad con los padres carmelitas de esta ciudad que gozaban en aquel entonces de una bien merecida fama de santidad y de profunda y filial devoción a la Virgen María.
Entre aquellos religiosos carmelitas que pertenecían a la célebre reforma Turonense, aprendió sin duda la doctrina que después extendería y haría famosa en la Iglesia de hacerlo todo En María, Con María, Por María y Para María... Que más de medio siglo antes ya había extendido el célebre carmelita Venerable Miguel de San Agustín y su dirigida Ven. María de Santa Teresa Petyt. Y muchos siglos antes había practicado ya San Ildefonso de Toledo. La ordenación sacerdotal, el 5 de junio de 1700 recibía este sacramento y desde entonces se entregó de lleno a su misión evangelizadora. Él pidió ser enviado a las misiones para allí gastarse por Cristo enseñando su doctrina, pero los superiores le hicieron ver que su puesto estaba en su misma patria para que trabajara en defensa de la fe cristiana, que aquellos días estaba tan duramente atacada por la herejía de los jansenistas, que amenazaban inficionarlo todo con sus corrosivas doctrinas. Otra faceta de San Luis fue el cuidado de los enfermos a los que amaba como a Jesucristo y los cuidaba con mimos de madre a pesar de su aspereza de carácter.
Fue capellán de grandes hospitales y a todos atendía, consolaba y ayudaba con medios materiales y espirituales. La Virgen María, a la que llamaba «Reina de los corazones» con gran afecto, le asistía y protegía siempre. De Ella escribió preciosos tratados y a Ella encomendaba todas sus empresas. A Ella la llevaba en sus labios y en su corazón y Ella era quien obraba todos los prodigios. Como le acompañaban un grupo de amigos en sus apostolados misioneros y marianos... con ellos, y a petición de los mismos, fundó la Congregación de Sacerdotes de la Compañía de María o Montfortianos, hoy extendidos en todas partes.
Aquel hombre que había recorrido toda Francia y otras naciones llevando el mensaje de Jesucristo y de María... a los cuarenta y tres años estaba extenuado y partió al cielo el 27 de Abril de 1716. A su entierro acudieron más de cien mil personas.
Oremos
Dios de sabiduría eterna, que hiciste del presbítero San Luis María Grignion de Montfort un destacado testigo y maestro de la plena entrega a Cristo, tu Hijo, por manos de su santa Madre; hay que nosotros, siguiendo éste camino espiritual, contribuyamos a la extensión de tu reino en el mundo. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.
Calendario de Fiestas Marianas: Nuestra Señora del Roble, Anjou, Francia. Nuestra Señora de Quito.
No hay comentarios:
Publicar un comentario