EVANGELIO DEL DÍA: 16/04/2010
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Viernes de la II Semana de Pascua
Libro de los Hechos de los Apóstoles 5,34-42.
Pero un fariseo, llamado Gamaliel, que era doctor de la Ley, respetado por todo el pueblo, se levantó en medio del Sanedrín. Después de hacer salir por un momento a los Apóstoles,
dijo a los del Sanedrín: "Israelitas, cuídense bien de lo que van a hacer con esos hombres.
Hace poco apareció Teudas, que pretendía ser un personaje, y lo siguieron unos cuatrocientos hombres; sin embargo, lo mataron, sus partidarios se dispersaron, y ya no queda nada.
Después de él, en la época del censo, apareció Judas de Galilea, que también arrastró mucha gente: igualmente murió, y todos sus partidarios se dispersaron.
Por eso, ahora les digo: No se metan con esos hombres y déjenlos en paz, porque si lo que ellos intentan hacer viene de los hombres, se destruirá por sí mismo,
pero si verdaderamente viene de Dios, ustedes no podrán destruirlos y correrán el riesgo de embarcarse en una lucha contra Dios". Los del Sanedrín siguieron su consejo:
llamaron a los Apóstoles, y después de hacerlos azotar, les prohibieron hablar en el nombre de Jesús y los soltaron.
Los Apóstoles, por su parte, salieron del Sanedrín, dichosos de haber sido considerados dignos de padecer por el nombre de Jesús.
Y todos los días, tanto en el Templo como en las casas, no cesaban de enseñar y de anunciar la Buena Noticia de Cristo Jesús.
Salmo 27,1.4.13-14.
De David. El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré? El Señor es el baluarte de mi vida, ¿ante quién temblaré?
Una sola cosa he pedido al Señor, y esto es lo que quiero: vivir en la Casa del Señor todos los días de mi vida, para gozar de la dulzura del Señor y contemplar su Templo.
Yo creo que contemplaré la bondad del Señor en la tierra de los vivientes.
Espera en el Señor y sé fuerte; ten valor y espera en el Señor.
Evangelio según San Juan 6,1-15.
Después de esto, Jesús atravesó el mar de Galilea, llamado Tiberíades.
Lo seguía una gran multitud, al ver los signos que hacía curando a los enfermos.
Jesús subió a la montaña y se sentó allí con sus discípulos.
Se acercaba la Pascua, la fiesta de los judíos.
Al levantar los ojos, Jesús vio que una gran multitud acudía a él y dijo a Felipe: "¿Dónde compraremos pan para darles de comer?".
El decía esto para ponerlo a prueba, porque sabía bien lo que iba a hacer.
Felipe le respondió: "Doscientos denarios no bastarían para que cada uno pudiera comer un pedazo de pan".
Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dijo:
"Aquí hay un niño que tiene cinco panes de cebada y dos pescados, pero ¿qué es esto para tanta gente?".
Jesús le respondió: "Háganlos sentar". Había mucho pasto en ese lugar. Todos se sentaron y eran uno cinco mil hombres.
Jesús tomó los panes, dio gracias y los distribuyó a los que estaban sentados. Lo mismo hizo con los pescados, dándoles todo lo que quisieron.
Cuando todos quedaron satisfechos, Jesús dijo a sus discípulos: "Recojan los pedazos que sobran, para que no se pierda nada".
Los recogieron y llenaron doce canastas con los pedazos que sobraron de los cinco panes de cebada.
Al ver el signo que Jesús acababa de hacer, la gente decía: "Este es, verdaderamente, el Profeta que debe venir al mundo".
Jesús, sabiendo que querían apoderarse de él para hacerlo rey, se retiró otra vez solo a la montaña.
Pero un fariseo, llamado Gamaliel, que era doctor de la Ley, respetado por todo el pueblo, se levantó en medio del Sanedrín. Después de hacer salir por un momento a los Apóstoles,
dijo a los del Sanedrín: "Israelitas, cuídense bien de lo que van a hacer con esos hombres.
Hace poco apareció Teudas, que pretendía ser un personaje, y lo siguieron unos cuatrocientos hombres; sin embargo, lo mataron, sus partidarios se dispersaron, y ya no queda nada.
Después de él, en la época del censo, apareció Judas de Galilea, que también arrastró mucha gente: igualmente murió, y todos sus partidarios se dispersaron.
Por eso, ahora les digo: No se metan con esos hombres y déjenlos en paz, porque si lo que ellos intentan hacer viene de los hombres, se destruirá por sí mismo,
pero si verdaderamente viene de Dios, ustedes no podrán destruirlos y correrán el riesgo de embarcarse en una lucha contra Dios". Los del Sanedrín siguieron su consejo:
llamaron a los Apóstoles, y después de hacerlos azotar, les prohibieron hablar en el nombre de Jesús y los soltaron.
Los Apóstoles, por su parte, salieron del Sanedrín, dichosos de haber sido considerados dignos de padecer por el nombre de Jesús.
Y todos los días, tanto en el Templo como en las casas, no cesaban de enseñar y de anunciar la Buena Noticia de Cristo Jesús.
Salmo 27,1.4.13-14.
De David. El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré? El Señor es el baluarte de mi vida, ¿ante quién temblaré?
Una sola cosa he pedido al Señor, y esto es lo que quiero: vivir en la Casa del Señor todos los días de mi vida, para gozar de la dulzura del Señor y contemplar su Templo.
Yo creo que contemplaré la bondad del Señor en la tierra de los vivientes.
Espera en el Señor y sé fuerte; ten valor y espera en el Señor.
Evangelio según San Juan 6,1-15.
Después de esto, Jesús atravesó el mar de Galilea, llamado Tiberíades.
Lo seguía una gran multitud, al ver los signos que hacía curando a los enfermos.
Jesús subió a la montaña y se sentó allí con sus discípulos.
Se acercaba la Pascua, la fiesta de los judíos.
Al levantar los ojos, Jesús vio que una gran multitud acudía a él y dijo a Felipe: "¿Dónde compraremos pan para darles de comer?".
El decía esto para ponerlo a prueba, porque sabía bien lo que iba a hacer.
Felipe le respondió: "Doscientos denarios no bastarían para que cada uno pudiera comer un pedazo de pan".
Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dijo:
"Aquí hay un niño que tiene cinco panes de cebada y dos pescados, pero ¿qué es esto para tanta gente?".
Jesús le respondió: "Háganlos sentar". Había mucho pasto en ese lugar. Todos se sentaron y eran uno cinco mil hombres.
Jesús tomó los panes, dio gracias y los distribuyó a los que estaban sentados. Lo mismo hizo con los pescados, dándoles todo lo que quisieron.
Cuando todos quedaron satisfechos, Jesús dijo a sus discípulos: "Recojan los pedazos que sobran, para que no se pierda nada".
Los recogieron y llenaron doce canastas con los pedazos que sobraron de los cinco panes de cebada.
Al ver el signo que Jesús acababa de hacer, la gente decía: "Este es, verdaderamente, el Profeta que debe venir al mundo".
Jesús, sabiendo que querían apoderarse de él para hacerlo rey, se retiró otra vez solo a la montaña.
Jn 6,1-15
Juan Pablo II
Carta apostólica «Mane nobiscum Domine», § 15-16
«Jesús tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartió»
Sin duda que la dimensión más evidente de la Eucaristía es la de una comida. La Eucaristía nació al atardecer del Jueves santo, en el contexto de la cena pascual. En su misma estructura lleva, pues, inscrito el sentido de la convivialidad: «Tomad, comed... Después, cogiendo la copa..., y se la pasó diciendo: bebed todos de ella» (Mt 26, 26.27). Este aspecto expresa bien la relación de comunión que Dios quiere establecer con nosotros y que nosotros mismos debemos también hacer crecer unos con otros.
De todas maneras no se puede olvidar que la comida eucarística tiene también un sentido primordial, profundamente y ante todo, sacrificial. Cristo, en ella, nos presenta de nuevo el sacrificio llevado a cabo de una vez por todas en el Gólgota. Estando presente en ella como Resucitado, lleva consigo las marcas de su Pasión de la que cada misa es el «memorial», tal como nos lo recuerda la liturgia en la aclamación de después de la consagración: «Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección, Señor Jesús...». La Eucaristía, al mismo tiempo que nos hace presente el pasado, nos hace mirar hacia el futuro, hacia el retorno de Cristo al final de los tiempos. Este aspecto «escatológico» da al Sacramento eucarístico una dinámica que pone en marcha la vida cristina y le da el hálito de esperanza.
Todas estas dimensiones de la Eucaristía se juntan en un aspecto que, más que los demás, pone a prueba nuestra fe, a saber, el del misterio de la presencia "real". Nosotros, con toda la tradición de la Iglesia, creemos que Jesús está realmente presente bajo las especies eucarísticas... Es su misma presencia que da a todas las demás dimensiones –comida, memorial de la Pascua, anticipación escatológica- una significación que es mucho más que un puro simbolismo. La Eucaristía es misterio de presencia a través del cual se realiza de manera eminente la promesa de Jesús de quedarse entre nosotros hasta el fin del mundo (Mt 28,20).
De todas maneras no se puede olvidar que la comida eucarística tiene también un sentido primordial, profundamente y ante todo, sacrificial. Cristo, en ella, nos presenta de nuevo el sacrificio llevado a cabo de una vez por todas en el Gólgota. Estando presente en ella como Resucitado, lleva consigo las marcas de su Pasión de la que cada misa es el «memorial», tal como nos lo recuerda la liturgia en la aclamación de después de la consagración: «Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección, Señor Jesús...». La Eucaristía, al mismo tiempo que nos hace presente el pasado, nos hace mirar hacia el futuro, hacia el retorno de Cristo al final de los tiempos. Este aspecto «escatológico» da al Sacramento eucarístico una dinámica que pone en marcha la vida cristina y le da el hálito de esperanza.
Todas estas dimensiones de la Eucaristía se juntan en un aspecto que, más que los demás, pone a prueba nuestra fe, a saber, el del misterio de la presencia "real". Nosotros, con toda la tradición de la Iglesia, creemos que Jesús está realmente presente bajo las especies eucarísticas... Es su misma presencia que da a todas las demás dimensiones –comida, memorial de la Pascua, anticipación escatológica- una significación que es mucho más que un puro simbolismo. La Eucaristía es misterio de presencia a través del cual se realiza de manera eminente la promesa de Jesús de quedarse entre nosotros hasta el fin del mundo (Mt 28,20).
Santa Engracia de Zaragoza
Santa Engracia -patrona de Zaragoza- y compañeros fueron al martirio en el año 303.
Era ella una noble joven que visitaba a Zaragoza procedente de otras tierras. Por su fidelidad a Cristo sufrió grandes torturas.
La azotaron asida a una columna, fue arrastrada por la ciudad atada a la cola de un caballo y por fin le hincaron un garfio de hierro en la frente. El cuerpo de la Santa fue sepultado honrosamente en una urna de mármol y los dieciocho compañeros fueron puestos en un sepulcro contiguo.
Junto a la basílica que se construyó en este lugar para honrar a los mártires, se fundó un monasterio en el 592 A.D. Aquí estudió San Eugenio y San Braulio fundó su "escuela episcopal".
El rey de Aragón, Juan II agradeció a la santa por su exitosa operación de cataratas y como agradecimiento construyó el Monasterio de Santa María de las Santas Masas. Esta es la segunda iglesia de Zaragoza, después de la Basílica del Pilar. En ella se conservó el culto a pesar de la dominación musulmana. En 1389, al excavar una zanja, se descubrieron nuevamente los sagrados enterramientos con los restos de los santos mencionados y muchos otros.
Los ejércitos de Napoleón invadieron desde Francia causando la destrucción del monasterio pero no pudo destruir la veneración a los mártires que siguen victoriosos su misión de ser testigos ejemplares de la vida cristiana. La actual iglesia sobre la cripta es del 1899.
Prudencio escribió:
"Y usted, no es virgen Engracia azar en medio de nosotros que guardan los trofeos de sus victorias, le hizo obsesionarse con varonil coraje para vergüenza de los malvados furia el espíritu de la maldad. Todos nuestros mártires dice adiós a la vida, pero , sobreviven con su propia muerte, todavía viven en la tierra, nuestra casa te mantiene todavía. Sus miembros, por sus cicatrices, muestran el alcance de la pena que el apoyo, muestran que los clavos fueron profundos surcos de las uñas de hierro. ( ...) Tienes el trofeo como un nuevo tipo de don que Cristo dio a nuestro Zaragoza, por su persona que él quería hacer de nuestra ciudad la oficina de un continuo martirio. "
Oración
Padre todopoderoso, por gracia tuya la fuerza se realiza en la debilidad; por eso te pedimos que a cuantos celebramos el triunfo de tus mártires, Santa Engracia y sus compañeros, nos concedas el don de fortaleza con el que ellos salieron victoriosos en el martirio, y que como ellos seamos tus testigos ante el mundo. Amén.
Padre todopoderoso, por gracia tuya la fuerza se realiza en la debilidad; por eso te pedimos que a cuantos celebramos el triunfo de tus mártires, Santa Engracia y sus compañeros, nos concedas el don de fortaleza con el que ellos salieron victoriosos en el martirio, y que como ellos seamos tus testigos ante el mundo. Amén.
Calendario de Fiestas Marianas: Nuestra Señora de las Victorias en la Iglesia de San Marcos, Venecia.
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