EVANGELIO DEL DÍA: 29/03/2010
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Lunes Santo
Libro de Isaías 42,1-7.
Este es mi Servidor, a quien yo sostengo, mi elegido, en quien se complace mi alma. Yo he puesto mi espíritu sobre él para que lleve el derecho a las naciones.
El no gritará, no levantará la voz ni la hará resonar por las calles.
No romperá la caña quebrada ni apagará la mecha que arde débilmente. Expondrá el derecho con fidelidad;
no desfallecerá ni se desalentará hasta implantar el derecho en la tierra, y las costas lejanas esperarán su Ley.
Así habla Dios, el Señor, el que creó el cielo y lo desplegó, el que extendió la tierra y lo que ella produce, el que da el aliento al pueblo que la habita y el espíritu a los que caminan por ella.
Yo, el Señor, te llamé en la justicia, te sostuve de la mano, te formé y te destiné a ser la alianza del pueblo, la luz de las naciones,
para abrir los ojos de los ciegos, para hacer salir de la prisión a los cautivos y de la cárcel a los que habitan en las tinieblas.
Salmo 27,1.2.3.13-14.
De David. El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré? El Señor es el baluarte de mi vida, ¿ante quién temblaré?
Cuando se alzaron contra mí los malvados para devorar mi carne, fueron ellos, mis adversarios y enemigos, los que tropezaron y cayeron.
Aunque acampe contra mí un ejército, mi corazón no temerá; aunque estalle una guerra contra mí, no perderé la confianza.
Yo creo que contemplaré la bondad del Señor en la tierra de los vivientes.
Espera en el Señor y sé fuerte; ten valor y espera en el Señor.
Evangelio según San Juan 12,1-11.
Seis días antes de la Pascua, Jesús volvió a Betania, donde estaba Lázaro, al que había resucitado.
Allí le prepararon una cena: Marta servía y Lázaro era uno de los comensales.
María, tomando una libra de perfume de nardo puro, de mucho precio, ungió con él los pies de Jesús y los secó con sus cabellos. La casa se impregnó con la fragancia del perfume.
Judas Iscariote, uno de sus discípulos, el que lo iba a entregar, dijo:
"¿Por qué no se vendió este perfume en trescientos denarios para dárselos a los pobres?".
Dijo esto, no porque se interesaba por los pobres, sino porque era ladrón y, como estaba encargado de la bolsa común, robaba lo que se ponía en ella.
Jesús le respondió: "Déjala. Ella tenía reservado este perfume para el día de mi sepultura.
A los pobres los tienen siempre con ustedes, pero a mí no me tendrán siempre".
Entre tanto, una gran multitud de judíos se enteró de que Jesús estaba allí, y fueron, no sólo por Jesús, sino también para ver a Lázaro, al que había resucitado.
Entonces los sumos sacerdotes resolvieron matar también a Lázaro,
porque muchos judíos se apartaban de ellos y creían en Jesús, a causa de él.
Este es mi Servidor, a quien yo sostengo, mi elegido, en quien se complace mi alma. Yo he puesto mi espíritu sobre él para que lleve el derecho a las naciones.
El no gritará, no levantará la voz ni la hará resonar por las calles.
No romperá la caña quebrada ni apagará la mecha que arde débilmente. Expondrá el derecho con fidelidad;
no desfallecerá ni se desalentará hasta implantar el derecho en la tierra, y las costas lejanas esperarán su Ley.
Así habla Dios, el Señor, el que creó el cielo y lo desplegó, el que extendió la tierra y lo que ella produce, el que da el aliento al pueblo que la habita y el espíritu a los que caminan por ella.
Yo, el Señor, te llamé en la justicia, te sostuve de la mano, te formé y te destiné a ser la alianza del pueblo, la luz de las naciones,
para abrir los ojos de los ciegos, para hacer salir de la prisión a los cautivos y de la cárcel a los que habitan en las tinieblas.
Salmo 27,1.2.3.13-14.
De David. El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré? El Señor es el baluarte de mi vida, ¿ante quién temblaré?
Cuando se alzaron contra mí los malvados para devorar mi carne, fueron ellos, mis adversarios y enemigos, los que tropezaron y cayeron.
Aunque acampe contra mí un ejército, mi corazón no temerá; aunque estalle una guerra contra mí, no perderé la confianza.
Yo creo que contemplaré la bondad del Señor en la tierra de los vivientes.
Espera en el Señor y sé fuerte; ten valor y espera en el Señor.
Evangelio según San Juan 12,1-11.
Seis días antes de la Pascua, Jesús volvió a Betania, donde estaba Lázaro, al que había resucitado.
Allí le prepararon una cena: Marta servía y Lázaro era uno de los comensales.
María, tomando una libra de perfume de nardo puro, de mucho precio, ungió con él los pies de Jesús y los secó con sus cabellos. La casa se impregnó con la fragancia del perfume.
Judas Iscariote, uno de sus discípulos, el que lo iba a entregar, dijo:
"¿Por qué no se vendió este perfume en trescientos denarios para dárselos a los pobres?".
Dijo esto, no porque se interesaba por los pobres, sino porque era ladrón y, como estaba encargado de la bolsa común, robaba lo que se ponía en ella.
Jesús le respondió: "Déjala. Ella tenía reservado este perfume para el día de mi sepultura.
A los pobres los tienen siempre con ustedes, pero a mí no me tendrán siempre".
Entre tanto, una gran multitud de judíos se enteró de que Jesús estaba allí, y fueron, no sólo por Jesús, sino también para ver a Lázaro, al que había resucitado.
Entonces los sumos sacerdotes resolvieron matar también a Lázaro,
porque muchos judíos se apartaban de ellos y creían en Jesús, a causa de él.
Jn 12,1-11
Guillermo de Saint-Thierry (hacia 1085-1148) monje benedictino, después cisterciense
Oraciones meditativas, nº 5
«La casa se llenó de la fragancia del perfume»
Desde mi infancia que no he dejado de pecar, y tú no has dejado de hacerme el bien... A pesar de ello, Señor, que tu juicio sea movido tan sólo por la misericordia. El pecado te da ocasión para condenar el pecado...
¡Quieras encontrar mi corazón digno del fuego de tu perfecto amor, que su intenso calor haga salir de mí y consuma todo el veneno del pecado! Que ponga al desnudo toda la infección de mi conciencia y ésa se ahogue con las lágrimas de mis ojos. Que tu cruz crucifique toda la concupiscencia de la carne, de los ojos y el orgullo de la vida, que han consentido gracias a mi larga negligencia.
Señor, quienquiera podrá muy bien escucharme y burlarse de mi confesión: que me mire yaciendo, con tu pecadora, a los pies de tu misericordia, regándolos con las lágrimas de mi corazón, derramando sobre ellos el perfume de una tierna devoción (Lc 7,38). Que todos mis recursos, por pobres que sean, de cuerpo o alma, sean empleados para comprar este perfume que te complace. Lo derramaré sobre tu cabeza, sobre ti cuya cabeza es Dios; y sobre tus pies, sobre ti cuya franja es nuestra naturaleza enferma. Si el fariseo murmura, ¡tú, Dios mío, ten piedad de mí! Aunque el ladrón que conserva los cordones de la bolsa rechine de dientes, no temo en absoluto disgustar a quien sea con tal que yo te complazca.
¡Oh amor de mi corazón, que cada día, hasta sin parar, te derrame este perfume, porque derramándolo sobre ti, también lo derramo sobre mí mismo... Dame saber darte lealmente el don de todo lo que tengo, de todo lo que sé, de todo lo que soy, de todo lo que puedo! ¡Que no me reserve nada! Estoy ahí, a los pies de tu misericordia; es ahí que estaré siempre, que lloraré hasta que me hagas oír tu suave voz, el juicio de tu boca, la sentencia de tu justicia y de la mía: «Sus muchos pecados están perdonados, porque tiene mucho amor» (Lc 7,47)
¡Quieras encontrar mi corazón digno del fuego de tu perfecto amor, que su intenso calor haga salir de mí y consuma todo el veneno del pecado! Que ponga al desnudo toda la infección de mi conciencia y ésa se ahogue con las lágrimas de mis ojos. Que tu cruz crucifique toda la concupiscencia de la carne, de los ojos y el orgullo de la vida, que han consentido gracias a mi larga negligencia.
Señor, quienquiera podrá muy bien escucharme y burlarse de mi confesión: que me mire yaciendo, con tu pecadora, a los pies de tu misericordia, regándolos con las lágrimas de mi corazón, derramando sobre ellos el perfume de una tierna devoción (Lc 7,38). Que todos mis recursos, por pobres que sean, de cuerpo o alma, sean empleados para comprar este perfume que te complace. Lo derramaré sobre tu cabeza, sobre ti cuya cabeza es Dios; y sobre tus pies, sobre ti cuya franja es nuestra naturaleza enferma. Si el fariseo murmura, ¡tú, Dios mío, ten piedad de mí! Aunque el ladrón que conserva los cordones de la bolsa rechine de dientes, no temo en absoluto disgustar a quien sea con tal que yo te complazca.
¡Oh amor de mi corazón, que cada día, hasta sin parar, te derrame este perfume, porque derramándolo sobre ti, también lo derramo sobre mí mismo... Dame saber darte lealmente el don de todo lo que tengo, de todo lo que sé, de todo lo que soy, de todo lo que puedo! ¡Que no me reserve nada! Estoy ahí, a los pies de tu misericordia; es ahí que estaré siempre, que lloraré hasta que me hagas oír tu suave voz, el juicio de tu boca, la sentencia de tu justicia y de la mía: «Sus muchos pecados están perdonados, porque tiene mucho amor» (Lc 7,47)
San José de Arimatea
José de Arimatea aparece mencionado en los cuatro evangelios en el contexto de la pasión y muerte de Jesús. Era oriundo de Arimatea (Armathajim en hebreo), una población en Judá, la actual Rentis, a 10 km al nordeste de Lydda, probablemente el lugar de nacimiento de Samuel (1 S 1,1). Hombre rico (Mt 27,57) y miembro ilustre del sanedrín (Mc 15,43; Lc 23,50), tenía un sepulcro nuevo cavado en la roca, cerca del Gólgota, en Jerusalén. Era discípulo Jesús, pero, como Nicodemo, lo mantenía en oculto por temor a las autoridades judías (Jn 19,38). De él dice Lucas que esperaba el Reino de Dios y no había consentido en la condena de Jesús por parte del sanedrín (Lc 23,51). En los momentos crueles de la crucifixión no teme dar la cara y pide a Pilatos el cuerpo de Jesús (en el Evangelio de Pedro 2,1; 6,23-24, un apócrifo del siglo II, José lo solicita antes de la crucifixión). Concedido el permiso por el prefecto, descuelga al crucificado, lo envuelve en una sábana limpia y, con ayuda de Nicodemo, deposita a Jesús en el sepulcro de su propiedad, que todavía nadie había utilizado. Tras cerrarlo con una gran roca se marchan (Mt 27,57-60, Mc 15,42-46, Lc 23,50-53 y Jn 19,38-42). Hasta aquí los datos históricos.
A partir del siglo IV surgieron tradiciones legendarias de carácter fantástico en las que se ensalzaba la figura de José. En un apócrifo del siglo V, las Actas de Pilato, también llamado Evangelio de Nicodemo, se narra que los judíos reprueban el comportamiento de José y Nicodemo a favor de Jesús y que, por este motivo, José es enviado a prisión. Liberado milagrosamente aparece en Arimatea. De allí regresa a Jerusalén y cuenta cómo fue liberado por Jesús. Más fabulosa todavía es la obra Vindicta Salvatoris (siglo IV?), que tuvo una gran difusión en Inglaterra y Aquitania. En este libro se narra la marcha de Tito al frente de sus legiones para vengar la muerte de Jesús. Al conquistar Jerusalén, encuentra en una torre a José, donde había sido encerrado para que muriera de hambre. Sin embargo, fue alimentado por un manjar celestial.
En los siglos XI-XIII, la leyenda sobre José de Arimatea fue coloreándose de nuevos detalles en las islas británicas y en Francia, insertándose en el ciclo del santo Grial y del rey Arturo. Según una de estas leyendas, José lavó el cuerpo de Jesús y recogió el agua y la sangre en un recipiente. Después, José y Nicodemo dividieron su contenido (ver la pregunta ¿Qué es el santo Grial?). Otras leyendas dicen que José, llevando este relicario, evangelizó Francia (algunos relatos dicen que habría desembarcado en Marsella con Marta, María y Lázaro), España (donde Santiago lo habría consagrado obispo), Portugal e Inglaterra. En esta última región, la figura de José se hizo muy popular. La leyenda le hace el primer fundador de la primera iglesia en suelo británico, en Glastonbury Tor, donde mientras estaba dormido su báculo echó raíces y floreció. Glastonbury Abbey se convirtió en un importante lugar de peregrinación hasta que ésta fue disuelta con la Reforma en 1539. En Francia, una leyenda del siglo IX refiere que el patriarca Fortunato de Jerusalén, en tiempos de Carlomagno, huyo a occidente llevándose los huesos de José de Arimatea, hasta llegar al monasterio de Moyenmoutier, donde llegó a ser abad.
Todas estas leyendas, sin ningún fundamento histórico, muestran la importancia que se daba a los primeros discípulos de Jesús. El desarrollo de estos relatos puede estar vinculado a polémicas circunstanciales de algunas regiones (como Inglaterra o Francia) con Roma. Se trataría de querer mostrar que determinadas regiones habían sido evangelizadas por discípulos de Jesús y no por misioneros enviados desde Roma. En cualquier caso, nada tienen que ver con la verdad histórica.
Bibliografía: G. D. Gordini, “Giuseppe di Arimatea”, en Biblioteca Sanctorum VI (Roma 1965) 1292-1295; J. Prado González, “José de Arimatea”, en GER 13 (Madrid 1971) 513-514; K. Mühlek, “Joseph von Arimathäa”, enBiographisch-Bibliographischen Kirchenlexikons.
A partir del siglo IV surgieron tradiciones legendarias de carácter fantástico en las que se ensalzaba la figura de José. En un apócrifo del siglo V, las Actas de Pilato, también llamado Evangelio de Nicodemo, se narra que los judíos reprueban el comportamiento de José y Nicodemo a favor de Jesús y que, por este motivo, José es enviado a prisión. Liberado milagrosamente aparece en Arimatea. De allí regresa a Jerusalén y cuenta cómo fue liberado por Jesús. Más fabulosa todavía es la obra Vindicta Salvatoris (siglo IV?), que tuvo una gran difusión en Inglaterra y Aquitania. En este libro se narra la marcha de Tito al frente de sus legiones para vengar la muerte de Jesús. Al conquistar Jerusalén, encuentra en una torre a José, donde había sido encerrado para que muriera de hambre. Sin embargo, fue alimentado por un manjar celestial.
En los siglos XI-XIII, la leyenda sobre José de Arimatea fue coloreándose de nuevos detalles en las islas británicas y en Francia, insertándose en el ciclo del santo Grial y del rey Arturo. Según una de estas leyendas, José lavó el cuerpo de Jesús y recogió el agua y la sangre en un recipiente. Después, José y Nicodemo dividieron su contenido (ver la pregunta ¿Qué es el santo Grial?). Otras leyendas dicen que José, llevando este relicario, evangelizó Francia (algunos relatos dicen que habría desembarcado en Marsella con Marta, María y Lázaro), España (donde Santiago lo habría consagrado obispo), Portugal e Inglaterra. En esta última región, la figura de José se hizo muy popular. La leyenda le hace el primer fundador de la primera iglesia en suelo británico, en Glastonbury Tor, donde mientras estaba dormido su báculo echó raíces y floreció. Glastonbury Abbey se convirtió en un importante lugar de peregrinación hasta que ésta fue disuelta con la Reforma en 1539. En Francia, una leyenda del siglo IX refiere que el patriarca Fortunato de Jerusalén, en tiempos de Carlomagno, huyo a occidente llevándose los huesos de José de Arimatea, hasta llegar al monasterio de Moyenmoutier, donde llegó a ser abad.
Todas estas leyendas, sin ningún fundamento histórico, muestran la importancia que se daba a los primeros discípulos de Jesús. El desarrollo de estos relatos puede estar vinculado a polémicas circunstanciales de algunas regiones (como Inglaterra o Francia) con Roma. Se trataría de querer mostrar que determinadas regiones habían sido evangelizadas por discípulos de Jesús y no por misioneros enviados desde Roma. En cualquier caso, nada tienen que ver con la verdad histórica.
Bibliografía: G. D. Gordini, “Giuseppe di Arimatea”, en Biblioteca Sanctorum VI (Roma 1965) 1292-1295; J. Prado González, “José de Arimatea”, en GER 13 (Madrid 1971) 513-514; K. Mühlek, “Joseph von Arimathäa”, enBiographisch-Bibliographischen Kirchenlexikons.
Cristo ha constituído a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y doctores, para el perfeccionamiento de los fieles, en función de su ministerio, y para la edificación del cuerpo de Cristo; hasta que lleguemos todos a la unidad en la fe y en el conocimiento del Hijo de Dios, al hombre perfecto, a la medida de Cristo en su plenitud. Ef 4, 11-13
Oremos
Confesamos,Señor, que sólo tú eres santo y que sin ti nadie es bueno y humildemente te pedimos que la intercesión de San José de Arimatea venga en nuestra ayuda para que de tal forma vivamos en el mundo que merezcamos llegar a la contemplación de tu gloria, Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
Calendario de Fiestas Marianas: Aparición de Nuestra Señora a Santa Bonet (Siglo VII).
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