EL SOBREVUELO DE LA SOMBRA DE STORNI
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Edgardo Storni, ex arzobispo de la ciudad de Santa Fe, se convirtió en uno de los primeros altos prelados de la Iglesia Católica argentina en recibir una condena por el delito de abuso sexual.
Storni renunció a conducir la grey santafesina siete años atrás, inmerso en un escándalo desatado cuando la periodista Olga Wornat le dedicó un capítulo de su libro Nuestra Santa Madre, en el que reveló conductas lujuriosas del prelado hacia algunos seminaristas.
En diciembre pasado, la decisión judicial de condenar en primera instancia a Storni a ocho años de prisión por abusar sexualmente de un seminarista conmovió al país.
La causa tomó forma cuando los ex seminaristas Martín Descalzo y Martín Lascurain denunciaron haber sido las víctimas de las que dio cuenta el libro.
También cuando uno de los más respetados y ancianos sacerdotes santafesinos, José Guntern, reveló que él mismo había aconsejado a Storni en una carta que cesara en esas prácticas.
El libro blanqueó una situación que en Santa Fe se rumoreaba en muchos ámbitos desde hacía años: en 1994 el Vaticano ordenó una investigación de la conducta de Storni.
Por entonces, algunos encumbrados sectores salieron en pública defensa del arzobispo.
El acoso que terminó siendo la única causa abierta contra Storni, y por la que fue condenado por la jueza María Amalia Mascheroni a ocho años de prisión (sin sentencia firme) por abuso sexual agravado, ocurrió en 1992.
Ese año, Descalzo fue llamado a las oficinas del prelado para conversar. Storni, al despedirlo, lo abrazó e intentó besarlo.
Cuando Wornat presentó su obra en la Feria del Libro de Santa Fe detonó un escándalo público: los ex seminaristas denunciaron al prelado en la Justicia y Guntern reveló la carta privada.
El cimbronazo fue fuerte, ya que la opinión pública santafesina estaba dividida entre los que creían en la inocencia de Storni y los que atribuían las acusaciones a internas de la Iglesia.
El incidente que torció definitivamente la opinión pública fue una grave intimidación contra Guntern: lo llevaron intempestivamente a la sede episcopal una noche y, bajo amenaza de muerte, algunos sacerdotes lo obligaron a firmar una retractación.
Pero al día siguiente, Guntern fue a la policía, sumando Storni otra causa.
En una carta al entonces Papa Juan Pablo II en la que no reconocía “culpas” ni “acusaciones”, Storni renunció como arzobispo de Santa Fe en 2002 y se retiró a La Falda (Córdoba), donde reside desde entonces y cobra una pensión del Estado de 7 mil pesos mensuales.
Su condición para la Iglesia Católica sigue siendo la de un consagrado: recibe el título de arzobispo emérito. Hoy pasa sus días en casi una total soledad y espera la sentencia definitiva.
Edgardo Storni, ex arzobispo de la ciudad de Santa Fe, se convirtió en uno de los primeros altos prelados de la Iglesia Católica argentina en recibir una condena por el delito de abuso sexual.
Storni renunció a conducir la grey santafesina siete años atrás, inmerso en un escándalo desatado cuando la periodista Olga Wornat le dedicó un capítulo de su libro Nuestra Santa Madre, en el que reveló conductas lujuriosas del prelado hacia algunos seminaristas.
En diciembre pasado, la decisión judicial de condenar en primera instancia a Storni a ocho años de prisión por abusar sexualmente de un seminarista conmovió al país.
La causa tomó forma cuando los ex seminaristas Martín Descalzo y Martín Lascurain denunciaron haber sido las víctimas de las que dio cuenta el libro.
También cuando uno de los más respetados y ancianos sacerdotes santafesinos, José Guntern, reveló que él mismo había aconsejado a Storni en una carta que cesara en esas prácticas.
El libro blanqueó una situación que en Santa Fe se rumoreaba en muchos ámbitos desde hacía años: en 1994 el Vaticano ordenó una investigación de la conducta de Storni.
Por entonces, algunos encumbrados sectores salieron en pública defensa del arzobispo.
El acoso que terminó siendo la única causa abierta contra Storni, y por la que fue condenado por la jueza María Amalia Mascheroni a ocho años de prisión (sin sentencia firme) por abuso sexual agravado, ocurrió en 1992.
Ese año, Descalzo fue llamado a las oficinas del prelado para conversar. Storni, al despedirlo, lo abrazó e intentó besarlo.
Cuando Wornat presentó su obra en la Feria del Libro de Santa Fe detonó un escándalo público: los ex seminaristas denunciaron al prelado en la Justicia y Guntern reveló la carta privada.
El cimbronazo fue fuerte, ya que la opinión pública santafesina estaba dividida entre los que creían en la inocencia de Storni y los que atribuían las acusaciones a internas de la Iglesia.
El incidente que torció definitivamente la opinión pública fue una grave intimidación contra Guntern: lo llevaron intempestivamente a la sede episcopal una noche y, bajo amenaza de muerte, algunos sacerdotes lo obligaron a firmar una retractación.
Pero al día siguiente, Guntern fue a la policía, sumando Storni otra causa.
En una carta al entonces Papa Juan Pablo II en la que no reconocía “culpas” ni “acusaciones”, Storni renunció como arzobispo de Santa Fe en 2002 y se retiró a La Falda (Córdoba), donde reside desde entonces y cobra una pensión del Estado de 7 mil pesos mensuales.
Su condición para la Iglesia Católica sigue siendo la de un consagrado: recibe el título de arzobispo emérito. Hoy pasa sus días en casi una total soledad y espera la sentencia definitiva.
2 comentarios:
De momento no se puede decir que estos actos de abusos estén de manera generalizada arraigados dentro de la Iglesia Católica, pero es cierto que cada vez están apareciendo mas casos que puede llegar a suponer que estemos observando la punta de un iceberg. El Santo Padre está dejando hacer a las conferencias episcopales que han convivido con esa situación durante años, no se si sería conveniente que con Bertone se pusiera al frente y el mismo con la valentía que le caracteriza tire de la manta en todas las diferentes conferencias, no se trata ahora de que la iglesia se muestre con tibieza ante este tipo de crímenes sino todo lo contrario tiene que calar en la opinión pública cristiana y no cristiana que todo ha quedado limpio e inmaculado. Si después de que se tomen todas las acciones que se tengan que tomar, se pueda recuperar a los que han participado en estas horrendas acciones; es decir, si los encausados reconocen su falta y se arrepienten, piden perdón a las víctimas y a sus familiares e incluso a la Iglesia con el compromiso de no volver a caer en esas acciones y cumplen tras un periodo de adaptación, se tendría que hacer. Los que no cumplieran con este mínimo deberían ser apartados de por vida de su ministerio.
Esto dice la escritura:
No se puede beber de la copa del Señor y de la copa de los demonios. No se puede participar de la mesa del Señor y de la mesa de los demonios.22 ¿O es que queremos provocar los celos del Señor? ¿Somos acaso más fuertes que él? [1 cor. 10,21-22]
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